miércoles, 9 de marzo de 2016

Imprescindible distracción

Hoy no, no quiero, no puedo

  En solo dos días le veo, por fin le veo. Quizá sea por eso, pero me siento diferente, hoy tengo ganas, fuerza e ilusión. Parece que nada pueda pararme.
  Mis emociones siguen controlándome a todas horas y en todo momento, pero por suerte hoy me encuentro feliz. Creo que no hay mejor sensación que despertarse con fuerza y ganas de empezar un nuevo día. Sigo siendo consciente de todo aquel dolor que me trastorna, pero parece que la ilusión sabe taparlo con disimulo.

¿Acaso debería sentirme culpable?

  Algo me dice que si, que sigo enferma, que sigo teniendo aquella tortura mental que me cohibe y me priva. Pero entonces cambio, trato de mantener mi cabeza ocupada, de agotarla y distraerla, no quiero caer, no puedo caer.

  Hoy, pese a tanta fuerza al despertar, todo ha parecido ir a pique. Tras el desayuno ha vuelto la culpa y las ganas de obedecer aquellos pensamientos, que me dicen que vomite y que me quede en casa hasta ser sancionada por aquel trozo de pan que me he tomado de más. Pero entonces, entre este mar de pensamientos negativos, lo he visto claro, necesitaba irme, desaparecer de mi casa, dar una vuelta, hablar y distraer mi mente. Me he ido con mi hermano a tomar un café, y entre risas y risas, lo he conseguido, he conseguido callar al maligno, tapar el dolor y dejar de magnificar la importancia de aquel trozo de pan.

  Ahora estoy en casa, esperando a que sea la 13:00h e irme a comer fuera en familia, no es que tenga muchas ganas de la comida, pero la espera en casa se hace eterna, mi cabeza no se cansa, necesito distraerla, escribo y escribo, pero ella no se cansa.

  En estos momentos, que para cualquiera serían de descanso y relajación, yo estoy en guerra, en guerra continua, entre mis ganas de estar bien, mi ilusión de verle, de no haber engordado o vomitado y mi cabeza tortuosa que me guía y trata de decidir por mi.

  Pero hoy no, no quiero caer, no puedo caer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario