martes, 22 de marzo de 2016

Frustración

No lo se, pero hay que poner fin..

Admiro a la gente que disfruta dormir, que le encanta pasar horas y horas en la cama, descansando y sintiendo que no hay preocupaciones, no hay nada que hacer, es más, estando en la cama, sin hacer nada, sacan provecho y disfrute al día. Yo nunca he sido así, suelo dormir entre 5 y 6 horas, y eso me basta para sobrellevar el día. Siento que si no me levanto y hago cosas, lo estoy perdiendo.

  Pero hace unos meses, algo empezó a cambiar, me despertaba y sentía el tremendo deseo de quedarme en la cama, quedarme arropada entre las sábanas. Pero a diferencia de todos lo amantes del sueño, yo no lo sentía como un placer, sino como una necesidad, la necesidad de evadirme de la realidad, de mi realidad. 
  Quizá empecé a hacer uso del sueño como una herramienta de evasión, inconscientemente, no quería ver y enfrentarme a todos mis problemas, a todos mis trastornos. 

  Pero, a medida que pasaba el día, entraba en contradicción, porque el hecho de no hacer nada, de no ocupar mi mente sólo me hacia adentrarme más en mi, escucharme y y no entenderme, en una perpetua lucha conmigo misma. Una lucha que me hacía volver a sentir aquel deseo de no despertar o levantarme de la cama, sin ganas de hacer nada, sin ilusiones, como si a vida, poco a poco, estuviera perdiendo todo su sentido. 

  Los médicos lo llaman depresión, yo creo que es cosa de la frustración, la frustración que se siente cuando querías y quieres despertar en un nuevo día, en el que todo aquello haya desaparecido, en el que la fuerza interior que todos tenemos haya salido a la luz como un relámpago. La frustración que se siente cuando despiertas y todo sigue igual, te quedas en la cama, y vuelta a empezar. Es un ciclo al que hay que poner fin, a base de antidepresivos, una buena dosis de "risoterapia" o un poco de amor y cariño, no lo se, pero hay que poner fin.

sábado, 12 de marzo de 2016

El placer de vivir

12/03/16

  Según el cineasta Woody Allen- "Nadie sale con vida de este mundo". Todo ser humano nace, vive, alguno se reproduce, pero todos mueren. Todos nosotros, si nacimos, fue porque somos dignos de ello, de vivir, de gozar del privilegio que la naturaleza nos ha brindado, de gozar de la vida. 

  Hoy quiero comentar y analizar algunos artículos que he leído, estuve buscando opiniones y comentarios de personas que han sufrido o sufren mi enfermedad, quizá alguna podría ayudarme, quizá me identificaría con algún comportamiento patológico que me ayudara a superarme o por lo menos, a entenderme. Pero, para mi sorpresa, he encontrado el efecto contrario, por suerte o desgracia, me he encontrado con numerosos artículos realmente aterradores, aterradores para todo aquel que los lea, pero sobretodo aterradores para quien un día los escribió.

  En mi búsqueda, me he topado con comentarios como "Antes de engordar prefiero morir", "Las pastillas pueden llegar a matar, pero muchas adelgazan y eso es lo importante" o "Cuando me miro al espejo desearía estar muerta" ¿Aterrador, no creen?
  A veces, aquel yo maligno del que hablo siempre, puede llegar a ser poderoso, puede llegar a controlar tu mente, hasta puntos insospechados, como le tuvo que ocurrir al enfermo que concluyó esos razonamientos. 

  Yo, como aquellos escritores/as estoy enferma, y padezco similares o iguales enfermedades que ellos/as, pero me diferencio en algo que considero imprescindible y fundamental para superarlo, y es la capacidad de valorar la importancia de lo importante, en el que la vida, la suerte de vivir, se encuentra en lo máximo, en la más alta cumbre de lo importante. 
  El resto, por importante que parezca, se mueve por lo terrenal, superficial y carente de esencia en su significado.
  Me pregunto si cuando aquella persona que escribió eso, se planteó realmente la muerte, si se planteó que todo razonamiento "lógico" a su conocer, dejaría de tener fundamento una vez muerto.
  Vivir vas a vivir, pero solo tú decides como hacerlo. 

  Resulta difícil entender que haya alguien que desee la muerte, siendo el mayor miedo de casi todas las personas y me incluyo. Realmente son preguntas que desde siempre nos hemos planteado.
¿Que pasa cuando te mueres? ¿Existe algo más allá? 
 Y para lo que nos hemos intentado dar respuestas, con creencias y religiones que nos puedan acercar a ella o de alguna manera nos ofrecen tranquilidad y paz mental para sobrevivir.

  Sabiendo esto, cuesta entender el deseo de morir, o quitar importancia a la vida a cambio de un cuerpo mejor. 
  Pero, por desgracia, como cualquier enfermo, yo puedo llegar a entender la sensación horrible y aterradora de sentirme mal conmigo y con mi cuerpo, de ver y sentir el deseo de estar bien y de haber nacido en otro cuerpo diferente al mío.

  Esta enfermedad es un trastorno que te hace perder el control, sobre ti y tu mente, exponiéndote así a graves peligros, no hablo de peligros físicos, como cuando dejas de comer o vomitas, que también, pero hay algo mucho peor, el peligro que tiene perder el control de tus pensamientos, perder lo que nos hace humanos, nuestra capacidad de razonar de manera lógica, y que eso nos lleve en muchos casos, a perder lo más preciado, a perder la vida.

jueves, 10 de marzo de 2016

Rabia

Por ellos, por mi, por nosotros..

  A todo el mundo le ha pasado alguna vez, todo el mundo ha tenido rabia y dolor. Pero no hablo de rabia como cualquier frustración del día a día, no, hablo de rabia como aquel ataque de nervios en el que los músculos se contraen y sientes que tienes más fuerza que nunca, en el que aprietas los puños a más no poder, gritas, corres, pegas, no hay control. 

  Suele ocurrir cuando llevas mucho tiempo reteniendo algo, algo que tiene que explotar y que explotará. Hoy he explotado, he caído, en el vómito y dolor, he perdido el control. Creía que no llegaría el momento, me convencí a mi misma de que tenia suficiente poder para superarlo sola, desde casa, sin romper mis estudios y mi rutina. Que error, que gran error..

  Desde hoy, me dispongo a algo nuevo, a un sacrificio imprescindible para no condenarme y cronificarme en la enfermedad. Hoy ya soy consciente de que necesito ingresar, necesito ayuda constante para superarme, necesito paz mental. Me pongo en manos de especialistas a fin de conseguirlo, a precio de perder amigos y quizá todo un curso. En estos momentos me siento frustrada, dolida, rabiosa, triste, pero sobretodo me siento sola. 

  ¿Debería? 
Tengo muy buenos amigos, un cielo de novio y familia.. 
   Que triste y que injusto! Tan acompañada y tan sola, tan atendida y tan necesitada. Pero como siempre, no es suficiente, nunca es suficiente. 
  Me pregunto como es posible estar en casa, con mis padres y mi hermano y percibir aquello como si no hubiera nadie, como si me encontrara en el más profundo y silencioso desierto, llorando, pidiendo ayuda a gritos y que nadie pudiera oírme.

"Soy injusta y egoísta, pobre padre, pobre madre, pobre hermano! Pobrecitos.. No valoro su compañía y apoyo" 

  ¿No crees? 
  Cualquiera en su sano juicio lo creeria, cualqueira que por fortuna no estuvo en mi piel. No se lo deseo a nadie, pero hay veces que me gustaría que ellos, mi familia, tratara de calzar mis zapatos y así pudieran entender las mil batallas que ni yo entiendo, mis nervios, mi rabia, mi dolor, mi llanto y vieran la necesidad imprescindible de desaparecer un tiempo. Por ellos, por mi, por nosotros. 

  Me lo tomaré como un buen negocio, en el que perderé mucho pero ganaré más. En él, invertiré todo aquello que ahora me ocupa y preocupa, y de él, espero un buen beneficio, el mejor beneficio.

  Perderé un año, ganaré una vida.

Ricardo

No lo es, nunca lo es..


 Ya he vuelto a casa, he vuelto a Mallorca, han sido unos días fantásticos, era de esperar, pero una vez más Ricardo ha tapado todos mis miedos, como siempre, ha callado al yo maligno, destructivo y trastornado, lo ha conseguido, el puede, y eso me hace muy muy feliz. 
  Me siento afortunada de tener a alguien con tanto poder sobre mi y mis emociones, que me permite disfrutar uno, dos o tres días de paz mental, alguien que, entre tanto trabajo y esfuerzo sobre mi mente, me proporciona vacaciones emocionales, es algo que puede llegar a ser preocupante..

¿Que pasará cuando el ya no esté?  
  Realmente no lo se, pero por ahora no me preocupa, si eso ocurre, llegada la hora, tendré tiempo de buscar, encontrar y ejecutar una buena solución.
  
  Pero dejando esto aparte, seguiré hablando de mi. Ha llegado el momento esperado, en el que el riesgo a caer late con más fuerza que nunca, se junta mi conciencia, que carece de aquella motivación, la desilusión que eso conlleva, que estoy a una semana de exámenes y que necesito sacarlos, aprobarlos y con nota.
  No motiva, ni emociona, pero es una buena meta, una buena distracción en la que intentaré focalizar  mi mente y alejarla así del trastorno, alejarla de todo aquello que en un futuro, lejano o no, llegada la calma, pueda perjudicarme, como es, perder mi curso y con él mis amigos, tiempo, y sobretodo, todo el sacrificio y esfuerzo que le he puesto. Una preocupación más que arrastro.
  
  Nunca parecen suficientes las dificultades que me pongo, las que mi mente me proporciona, como si en la autopista de la vida, en la que cualquier persona se acaba topando con algún bache, más alto, más bajo, duradero o difícil mi mente tratara de conducirme sobre uno continuo, que parece no tener fin. Aquella autopista emocional que no me permite frenar y lucha contra mi.
  En combate, cuando parece que la victoria empieza a ser mía, que tengo el control, que poco a poco el bache desciende y se se acerca la calma, entonces freno, parece buena señal, pero no lo es, nunca lo es.

  En esos momentos de freno emocional, de felicidad en mi, es cuando me doy cuenta, me doy cuenta de que mi yo interior, mi mente, me va a cobrar todo aquello, y a que precio!
  Ese freno, esa felicidad, es solo un espejismo, una ilusión que mi mente esta disfrutando, reteniendo fuerza y cogiendo velocidad para en cuestión de segundos subir al bache, al bache de mi vida, recordándome así que no estoy bien y que de momento ese es mi sitio, recordándome así que no me engañe, que estoy enferma, que sigo enferma.


miércoles, 9 de marzo de 2016

Presente inevitable


Quiero hacerlo, puedo hacerlo, voy a hacerlo


  Mañana le veo, cada vez más fuerte e ilusionada. Sigo en combate, pero parece que mi ilusión consigue tapar todo lo malo. 

  Hoy, como siempre, antes de ponerme a escribir, he tratado de escucharme, de intentar conocerme, entender mis sensaciones y plasmarlas en el papel de la mejor manera posible y hoy, a diferencia de ayer, he encontrado algo que me ha hecho sentir mal.

  Entre tanta emoción, he reaccionado y me he dado cuenta de que esta fortaleza interior se basa en ganas de algo concreto y pasajero, verle. ¿Que será de mi ilusión cuando vuelva a casa?¿Que pasará cuando vuelva a Mallorca y esta motivación haya desaparecido?
  La vida sigue y la guerra no cesa, volverán aquellos pensamientos que mi ilusión ahora controla, perderé mi motivación, a riesgo de caer, a riesgo de comer, vomitar, engordar y castigarme por ello.

  Hoy, después de mi reflexión, quiero concienciarme de que esta fortaleza no estará siempre, ni siempre tendré algo que aferrar a mi mente para mantenerla distraída. 
  Realmente, no se como resolverlo, que pasara, ni como lo haré. Lo único que sé cierto es de que pocas veces me siento tan feliz como ahora, así que, voy a tratar de aprovecharlo y disfrutarlo, en busca de otra motivación posterior a esta, en busca de estabilidad mental que me evite tanto trabajo, pero sin olvidarme de que,"El momento presente es inevitable" y ante la posibilidad de estar bien, lo quiero estar, lo puedo estar, lo voy a estar.

Imprescindible distracción

Hoy no, no quiero, no puedo

  En solo dos días le veo, por fin le veo. Quizá sea por eso, pero me siento diferente, hoy tengo ganas, fuerza e ilusión. Parece que nada pueda pararme.
  Mis emociones siguen controlándome a todas horas y en todo momento, pero por suerte hoy me encuentro feliz. Creo que no hay mejor sensación que despertarse con fuerza y ganas de empezar un nuevo día. Sigo siendo consciente de todo aquel dolor que me trastorna, pero parece que la ilusión sabe taparlo con disimulo.

¿Acaso debería sentirme culpable?

  Algo me dice que si, que sigo enferma, que sigo teniendo aquella tortura mental que me cohibe y me priva. Pero entonces cambio, trato de mantener mi cabeza ocupada, de agotarla y distraerla, no quiero caer, no puedo caer.

  Hoy, pese a tanta fuerza al despertar, todo ha parecido ir a pique. Tras el desayuno ha vuelto la culpa y las ganas de obedecer aquellos pensamientos, que me dicen que vomite y que me quede en casa hasta ser sancionada por aquel trozo de pan que me he tomado de más. Pero entonces, entre este mar de pensamientos negativos, lo he visto claro, necesitaba irme, desaparecer de mi casa, dar una vuelta, hablar y distraer mi mente. Me he ido con mi hermano a tomar un café, y entre risas y risas, lo he conseguido, he conseguido callar al maligno, tapar el dolor y dejar de magnificar la importancia de aquel trozo de pan.

  Ahora estoy en casa, esperando a que sea la 13:00h e irme a comer fuera en familia, no es que tenga muchas ganas de la comida, pero la espera en casa se hace eterna, mi cabeza no se cansa, necesito distraerla, escribo y escribo, pero ella no se cansa.

  En estos momentos, que para cualquiera serían de descanso y relajación, yo estoy en guerra, en guerra continua, entre mis ganas de estar bien, mi ilusión de verle, de no haber engordado o vomitado y mi cabeza tortuosa que me guía y trata de decidir por mi.

  Pero hoy no, no quiero caer, no puedo caer.

Tripa que ruge, cabeza que manda

Rincones

  A veces tengo hambre y no puedo admitirlo, eso sería dar la razón a todos los que me dicen que no puedo estar sin comer. Pero el hambre es real, mi tripa ruge, pero mi cabeza manda, hasta que me decido y me levanto directa en busca de algo que me sacie. Pero en el camino, por suerte o por desgracia, me encuentro con un espejo que me dice que me detenga y aguante el dolor, que valdrá la pena, entonces, ni lo dudo, vuelvo a mi cuarto y aguanto, algún día me funciona y otros no, pero lo intento, porque parece convincente la idea de verme bien, de sentirme bien fisicamente. 
  Mi cabeza manda, y a veces me gustaría saber que pasaría si aquel espejo del pasillo reflejara mi yo interior. Reflejara mis pensamientos y sentimientos, quizá me vería peor que ahora, y vería la necesidad que tengo de desobedecer aquellos pensamientos que controlan mi vida, que no me dejan comer, y que no me pasan ni una, y si lo hago, me condenan al deseo de vomitar y llorar, de encerrarme y castigarme por desobedecer. Por saber o creer que engordaré, por el miedo que tengo a engordar y que eso me haga infeliz.
 Soy consciente de que la realidad, mi realidad, tampoco me hace feliz, pero dudo y no se donde encontrar la felicidad, por ahora no soy capaz de verla en nada. A la vista está que en dejar de comer no la he encontrado, a base de vómitos, mucho menos pero ni siquiera la sé encontrar del todo en una alimentación normal. Sigo en en busca de ella, en vida sana y saludable, consciente de que esto solo acaba de empezar y falta mucho camino por recorrer.

  En este recorrido, en este combate contra mi misma, he encontrado varios rincones donde puedo tapar o disimular todos estos sentimientos, uno de ellos es Ricardo, mi novio. No se como lo hace, pero es capaz de conseguir todo aquello por lo que lucho, consigue combatir todos mis pensamientos. Consigue que me sienta en perfecta imperfección y que todo deje de tener tanta importancia. 
  Con él, mi dolor pierde tanta magnitud, y da paso a la felicidad que busco. Es triste que por ahora solo él pueda de hacerlo, deseo y espero que este apoyo siga siempre a mi lado, pero soy joven y consciente de que el peso de mi felicidad tiene que ser mío y solo mío. Por ahora le tengo para ayudarme y apoyarme, pero mi propósito sigue en  mi, 
y solo en mi.